A partir de ahora, siempre que vea estas tres letras juntas siempre recordaré el mismo día, el mismo acto, el mismo sufrimiento.
Los días previos a la carrera me interesé bastante, buscando páginas webs con información y/o blogs de corredores ya expertos en este cruel recorrido con el objetivo de planificar un poco la carrera. Finalmente entre los consejos de la Cobra, Chema y artículos que pude leer decidí correr desde el principio e intentar llegar a Les Useres en el menor tiempo posible ya que, según entendí, a partir de ahí todo el mundo hace más o menos el mismo tiempo...bueno eso no es del todo cierto sobre todo si te llamas Remigio Queral.
Sábado 10 de mayo de 2008; me levanto a las cinco menos cuarto de la mañana para hacer lo que, hasta ahora, ha sido la mayor locura de mi vida. Desayuno sin reparos y cargo el coche para ir a buscar a mis compañeros de carrera. A pesar de los contratiempos conseguimos llegar al control inicial antes de las seis de forma que, hiciésemos lo que hiciésemos, saldríamos en las listas. Es un buen comienzo.
Mientras estiro, miro a la gente y dejo la mente en blanco ya que si pienso en lo que estoy haciendo, me vuelvo a casa a seguir durmiendo. A medida que Alejandro y yo nos vamos adentrando en la muchedumbre, me fijo en las caras de los corredores y todo es buen rollo, sonrisitas, miradas complacientes, golpecitos en la espalda y no sé porque me viene a la cabeza la frase de un buen amigo “En el pastel todo era muy bonito, Pito”, es esto una señal?
Desde que cruzo la línea de salida empiezo a correr y mientras voy esquivando piernas, chubasqueros y mochilas, me fijo en lo gracioso de la situación: 1200 personas corriendo a las seis de la mañana. Intento dejar la mente en blanco ya que si me viene alguna canción a la cabeza soy víctima...y lo consigo.
Llegamos a la cantera de Borriol y continuo adelantando a gente. Tengo la impresión de que voy demasiado rápido, pero decido seguir así ya que las sensaciones son buenas, muy buenas. Ah!!! se me olvidó comentar que llueve y el tiempo no es muy favorable para correr durante 65 km. o sí, según como se mire. En esta vida todo tiene un lado bueno y uno malo. Prefiero quedarme con el bueno de correr en la edición más espectacular de la MIM antes de con el malo de la lluvia.
Justo entrando en Borriol llega primer incidente remarcable, en el primero de los muchos barrancos que cruzamos peco de inocente y en fracciones de segundo lo que en principio era un baño de pies se convierte en un chapuzón total. Salgo de la “piscina”, me miro y pienso “doy pena”, qué puedo hacer? sigo corriendo mientras me olvido del otro par de calcetines que llevo en el bolsillo del chubasquero para la segunda parte de la carrera.
Subo la Serra, primer control. 12 km. más, segundo control. Llego a Les Useres, tercer control. Salgo del pueblo y miro el reloj: 3h 22min. Llevo muy buen tiempo aunque los 32 km. que llevo a mis espaldas empiezan a notarse. No obstante, lo pero está todavía por llegar.
Mientras comienzo la ascensión, pienso que debería lucharse más intensamente contra los incendios forestales y castigar sin reparo a los que los provocan intencionadamente. De repente, empiezo a sentirme mal, realmente mal. No puedo describir el frío que siento en las manos mientras subo toda la zona afectada por el incendio de este verano. Ni en los días más fríos de Puertomingalvo, ni el 2 de febrero en Lyon, nunca había tenido esa sensación de no sentir nada en tres dedos de la mano a la vez, esa sensación de pensar que se te van a caer los dedos a trozos. Tengo miedo de verdad y desearía no haber venido. Pienso en retirarme, pero estoy en medio de la nada. Si me retiro y vuelvo para atrás, además de sentirme mal, seguiré pasando frío. Si continúo, solamente seguiré pasando frío. Decido seguir e intentar mover las manos y los dedos para recuperar la sensibilidad. Afortunadamente, todo vuelve a la normalidad durante el descenso y las líneas moradas de los dedos desaparecen.
El cuarto control es una burbuja de oxígeno. Como plátanos, cacahuetes y lazitos y, mientras estiro, miro las caras de los que se retiran, mezcla de decepción y orgullo por haber llegado hasta aquí. Por mi parte, estoy contento de haber llegado, pero aún más porque voy a continuar. Empiezo a caminar y me uno a un grupo de tres corredores. Después de subir la interminable y durísimia Lloma Bernat empiezo a sentir las piernas algo sobrecargadas. Lo peor, quedan 13 km. Dudo seriamente de mis posibilidades aunque decido continuar sin pensar en las consecuencias...alguna posible lesión. En esos momentos, no puede haber sitio en tu cerebro para esas cosas; si pasas la Lloma Bernat debes terminar, es una buena filosofía.
En Xodos me dicen que quedan 10 km. 600 m. “que quiten esos 600 m. por favor, o esos diez kilómetros”, pienso.
Ahora sí estoy convencido de mí mismo. Aunque estoy jodido, bastante jodido, sé que voy a terminar y, además, con un tiempo relativamente bueno. Empiezo la ascensión de, a mi parecer, la subida más dura de la carrera, no solo por el desnivel propio sino por lo que llevas acumulado. Se me hace increíblemente eterna y mientras intento mantener un ritmo constante, creo estar llegando al cielo. Al llegar a la pista de San Juan intento correr, pero las piernas no me responden. No se cómo puedo ni siquiera andar. Es una sensación muy rara. No siento nada, pero el más mínimo esfuerzo se hace imposible así que, pasito a pasito, llego al sexto control y me dicen que quedan 3 kilométros, todo descenso. Aquí sí corro a tramos y soportando un dolor terrible en los cuadriceps, pasados 30 minutos veo la línea de meta.
Inexplicable la felicidad que siento al tomar la última curva de la carrera y enfilar la meta. Paso por encima del corcho y oigo “biiiip”, el chip se ha registrado y he terminado la carrera. Tiempo: 8h 32min. A esas alturas el tiempo me da exactamente igual y solamente viendo el estado de las zapatillas y mis piernas se puede llegar a entender lo grande de esta edición.
Una experiencia que no olvidaré nunca. Deportivamente hablando, lo mejor que he hecho en mi vida. Algo que todo atleta popular debería realizar. Nunca antes había estado tan cerca del placer y del sufrimiento al mismo tiempo.